Por Annie Hernández G.
Presidenta de Mujeres Empresarias de Alto Impacto ASE
Hay un momento decisivo en la vida de toda mujer empresaria. No es cuando logramos el primer contrato importante, ni cuando alcanzamos las cifras que soñamos. Es mucho más profundo: es cuando dejamos de disculparnos por ocupar espacio.
Durante años, el liderazgo femenino ha sido descrito con palabras suaves: “inclusivo”, “empático”, “colaborativo”. Como si necesitáramos endulzar nuestra presencia en las salas de juntas. Pero hoy quiero hablar de algo que pocas mencionamos: el liderazgo femenino no necesita ser gentil para ser poderoso.
La Trampa del Empoderamiento Decorativo
Las empresas modernas aman la imagen de la mujer empoderada. Nos ponen en portadas, celebran nuestros logros en el Día Internacional de la Mujer, y aplauden nuestras historias de superación. Pero cuando llega el momento de ceder poder real —presupuestos millonarios, decisiones estratégicas, participación accionaria— la conversación se enfría.
El verdadero empoderamiento no es inspiracional: es incómodo. Significa que una mujer diga “no” sin explicaciones. Que negocie su salario con la misma contundencia que sus colegas hombres. Que tome decisiones impopulares sin el peso adicional de “demostrar” que las mujeres pueden liderar.
Lo Que Nadie Te Dice Sobre Romper el Techo de Cristal
Cuando finalmente llegas arriba, descubres algo perturbador: el techo de cristal no se rompe una sola vez. Se rompe cada mañana cuando entras a esa reunión. Cada vez que tu idea es atribuida a otro. Cada ocasión en que te preguntan “¿y quién cuida a tus hijos?” mientras a tu socio varón jamás le hacen esa pregunta.
El agotamiento del liderazgo femenino no viene solo de trabajar el doble. Viene de tener que ser perfecta mientras los hombres tienen permitido ser prometedores.
El Pacto Que Debemos Hacer
A las mujeres que hoy lideran organizaciones, les propongo un pacto radical:
Dejemos de ser mentoras “amables” y convirtámonos en padrinas estratégicas. No solo aconsejemos a otras mujeres: ábrámosles puertas, compartamos contactos de poder, incluyámoslas en las conversaciones donde se toman las decisiones reales.
Normalicemos la ambición femenina sin justificaciones. Cuando una mujer quiere más —más crecimiento, más utilidades, más expansión— no necesita envolver ese deseo en una narrativa de “hacer el bien”. Los hombres nunca lo hacen.
Exijamos equidad, no representación simbólica. Una mujer en el consejo no es suficiente. Tres mujeres en posiciones de liderazgo junior no reemplazan a una en la dirección general.
El Futuro Que Estamos Construyendo
El empoderamiento real no termina cuando nosotras llegamos. Termina cuando la próxima generación de empresarias no tenga que ser “la primera mujer en…” porque ya no será extraordinario: será ordinario.
Cuando una joven emprendedora pueda fracasar sin que sea un reflejo de todas las mujeres. Cuando el éxito femenino no requiera historias de sacrificio heroico para ser válido. Cuando nuestro liderazgo sea cuestionado por nuestras decisiones, no por nuestro género.
Ese es el legado que estamos construyendo en Mujeres Empresarias de Alto Impacto.
No estamos aquí para demostrar que podemos liderar como los hombres. Estamos aquí porque lideramos distinto, y esa diferencia no es una debilidad a superar, sino una ventaja estratégica que el mundo empresarial ya no puede darse el lujo de ignorar.
El poder no se pide. Se toma. Y es momento de que dejemos de esperar invitación para sentarnos en mesas que nosotras mismas podemos construir.
¿Tu organización está lista para el liderazgo femenino real, o solo para su versión decorativa?
