Nuevas investigaciones en neurociencia y desarrollo humano plantean que la adolescencia no termina a los 18 años, como se consideraba tradicionalmente, sino que podría extenderse hasta los 32 años, debido a los cambios continuos en el cerebro y en los procesos de maduración emocional.
Especialistas explican que regiones cerebrales como la corteza prefrontal, encargada de funciones como la toma de decisiones, el control de impulsos y la planificación, continúan desarrollándose bien entrada la tercera década de vida. Esto significa que muchas de las conductas asociadas a la adolescencia —búsqueda de identidad, impulsividad, dificultad para regular emociones— pueden prolongarse más de lo que se pensaba.
Además, factores sociales como la prolongación de los estudios, el retraso en la independencia económica y los cambios en los modelos familiares han ampliado la etapa de transición hacia la adultez plena.
Aunque el concepto de adolescencia extendida sigue generando debate, los científicos coinciden en que estas evidencias pueden ayudar a replantear políticas públicas, educación y salud mental, entendiendo que los jóvenes requieren acompañamiento y apoyo más allá de los 18 años.
La investigación abre la puerta a una nueva visión sobre el desarrollo humano, más flexible y acorde a la realidad actual.

